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En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados y la economía global se encuentra en constante evolución, la industria de las materias primas minerales se enfrenta a un desafío paradójico: la falta de talento especializado. A pesar de ofrecer unas condiciones laborales favorables, con empleos de calidad y estables, la escasez de ingenieros de minas y energía, y de otros profesionales del sector tales como titulados en Formación Profesional y otras formaciones menos cualificadas, es una realidad que no podemos ignorar.
Las universidades y centros de formación luchan por atraer a jóvenes talentos que, seducidos por el brillo de las nuevas tecnologías y el sector servicios, dan la espalda a las industrias, como la de las materias primas minerales, que son percibidas como tradicionales y menos atractivas. Sin embargo, la realidad es que, hoy día, esta industria sigue siendo un campo de creciente innovación y desarrollo tecnológico, donde la automatización y la sostenibilidad están plenamente integradas en sus procesos.
El papel clave de las empresas del sector minero en la economía actual es innegable. Las materias primas minerales tienen una gran importancia estratégica y económica para nuestra sociedad. Y existe un elevado riesgo de sufrir crisis de suministro debido a su creciente uso fuera de Europa y a las turbulencias geopolíticas. Por ello, la Unión Europea la considera como una de sus industrias estratégicas, al nivel de las relacionadas con la transición energética, con la digitalización o la aeroespacial, aunque muchos no lo saben.
La demanda de materias primas minerales para fabricar materiales para la construcción de viviendas y todo tipo de infraestructuras, la fabricación de dispositivos electrónicos y la transición energética hacia fuentes renovables han colocado a esta industria en una posición más estratégica aún. Las empresas de materias primas minerales no sólo contribuyen significativamente al PIB de los países, sino que también son pilares de desarrollo en regiones despobladas. Esta industria se encuentra, generalmente, en el medio rural y es una excelente opción de empleo estable a largo plazo y difícilmente deslocalizable porque se sitúa donde está el recurso mineral, lo que contribuye al desarrollo económico de la España vaciada. La media de permanencia de los trabajadores en esta industria es muy elevada. A menudo, son varias las generaciones de una misma familia las que trabajan en estas empresas.
Según datos actualizados de la Confederación Española de las Industrias de las Materias Primas Minerales – Primigea, en su conjunto, el sector minero en nuestro país cuenta con 3.800 empresas y 4.700 explotaciones mineras y fábricas. Estas operaciones emplean a un total de 322.000 trabajadores, computando tanto empleos directos como indirectos.
En términos económicos, el volumen de negocio del sector minero asciende a 27.500 millones de euros (el 15% se debe a la componente extractiva y el 85% a la industrial), lo que refleja su importancia en la creación de riqueza y desarrollo durante toda la cadena de valor. Además, las exportaciones relacionadas con esta industria alcanzan los 12.350 millones de euros, contribuyendo al comercio internacional y fortaleciendo la posición de España en el mercado global.
En resumen, el sector minero español pone en valor cerca de 220 millones de toneladas de materias primas minerales no energéticas al año, lo que demuestra su relevancia en la economía y la empleabilidad en nuestro país.
A pesar de esto, la industria extractiva se encuentra en una encrucijada. Las buenas condiciones laborales que ofrece deberían ser un imán para profesionales tanto de alta como de baja cualificación, pero la realidad es que muchos puestos de trabajo se quedan vacantes. La competencia con otros sectores que ofrecen entornos de trabajo menos ligados a procesos industriales y la falta de visibilidad sobre las verdaderas oportunidades que ofrece la minería son obstáculos que deben superarse.
Es aquí donde los gobiernos autonómicos en España tienen una oportunidad de oro. La necesidad de potenciar, dentro de la programación actual universitaria, el estudio de las carreras de ingenieros con las competencias en minería y energía, e incluso otras STEM estrechamente relacionadas como ciencias geológicas, es crítica en estos momentos. También el apoyo a la Formación Profesional es imprescindible. Los gobiernos autonómicos deben tomar la iniciativa para promover estos estudios, destacando la importancia de la industria de las materias primas minerales en la economía moderna y su potencial para el desarrollo tecnológico y sostenible.
La administración puede implementar políticas que incentiven la inscripción en estos grados y másteres, como becas específicas, programas de prácticas en colaboración con empresas de este sector y campañas de concienciación sobre la relevancia de las materias primas minerales y sus cadenas de valor. Además, pueden facilitar la creación de cátedras universitarias y centros de investigación dedicados a esta industria, lo que no sólo mejoraría la calidad de la educación, sino que también fomentaría la innovación en el sector.
Pero también las empresas juegan un papel relevante en la formación, ya que buena parte de ella, para muchos de los puestos de trabajo, se realiza en los propios centros de trabajo. La seguridad de los trabajadores es una prioridad para esta industria y las imágenes de penosidad del trabajo forman parte de un pasado muy lejano. Hoy en día, las explotaciones mineras y las fábricas relacionadas con el tratamiento de las rocas y minerales y con la cadena de valor, cuentan con equipos modernos, altamente automatizados, que permiten realizar el trabajo de forma confortable, eficiente y segura.
Asimismo, es imperativo que la industria extractiva, en colaboración con instituciones educativas y gobiernos, trabaje en mejorar su imagen y en comunicar las ventajas de trabajar en este sector. Éste es, precisamente, uno de los objetivos de la Fundación Minería y Vida, desde la que tratamos de destacar no sólo la estabilidad y seguridad laboral que ofrecen las empresas del sector, sino también el papel crucial que juega la minería en la Agenda 2030 marcada por Naciones Unidas y en el futuro tecnológico de nuestro planeta.
Una industria, sin duda, con futuro, en la que el papel de la mujer es fundamental y está ganando cada vez más relevancia. A pesar de la todavía baja presencia femenina en este sector, en el entorno del 12%, cifra similar a la media de la industria española, las mujeres están incrementando su presencia en las empresas mineras, ocupando puestos a lo largo de toda la cadena de producción. Fomentar la igualdad y promover oportunidades para las mujeres es una práctica que eleva la fuerza laboral de las empresas y contribuye a garantizar un futuro sostenible para la industria de las materias primas minerales.
Porque esta industria no sólo es rica en recursos naturales, sino que también lo es en talento humano. Es necesario un cambio de paradigma que comience por la educación primaria y secundaria y la percepción pública, y que culmine en la atracción y retención de los profesionales que liderarán la industria extractiva del mañana.
¿Será capaz la industria de las materias primas minerales de volver a convertirse en un destino deseado para la próxima generación de ingenieros y profesionales? Sólo el tiempo nos dará la respuesta, pero la necesidad de acción es clara y presente.