El sector cuenta con una extensa trayectoria en el País Vasco
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La industria siderometalúrgica, una de las fortalezas del País Vasco

La industria de la siderurgia y la metalurgia es tradicionalmente una de las fortalezas del País Vasco a escala económica
La industria de la siderurgia y la metalurgia es tradicionalmente una de las fortalezas del País Vasco a escala económica.

La industria de la siderurgia y la metalurgia es tradicionalmente una de las fortalezas del País Vasco a escala económica. Bien es sabido que este sector cuenta con una extensa trayectoria en dicho territorio.

 

Los romanos ya conocieron y explotaron algunas de las grandes minas de hierro de la zona occidental de Bizkaia, ya que les servían para extraer plata, plomo y hierro. Aquello fue un punto de inflexión, pues desde entonces la historia del País Vasco está ligada a la del hierro. Y es que, tal y como indica Luis Mª Bilbao, catedrático de Historia Económica en la Universidad Autónoma de Madrid, en su artículo ‘La industria siderometalúrgica tradicional en el País Vasco’ (1450-1720), la riqueza del País Vasco en comparación con otros espacios peninsulares residía, sobre todo, en sus minas de hierro y en sus bosques, algo que sin duda influyó en un pronto despertar de su vocación siderúrgica, una actividad industrial que se acrecentó a lo largo de los siglos, llegando a convertir al País Vasco en un referente europeo en la materia. 

Por lo anterior, merece la pena adentrarse en la fascinante historia de la siderurgia vasca. Y para ello hemos preguntado a Siderex, Clúster de Siderurgia de Euskadi, quien nos ha explicado que en el País Vasco se encontraron muchos hornos de suelo que se utilizaban para forjar elementos férricos que databan del s I d.c al XI d.c., y algunos de ellos, según cuentan, incluso siguieron funcionando hasta el s. XV d.c. Ejemplares de estos hornos se encontraron por Besagain, Forua, Arboleda, Legazpi, Zerain, Irun… En definitiva, por todo el territorio vasco y concretamente en aquellos lugares donde había mineral y madera. 

Asimismo, en el País Vasco también se encontraron haizeolas, hornos de suelo algo elevados. Estos estaban apoyados, generalmente, en la ladera del monte, con lo que presumiblemente se mejoraba la entrada de aire, favoreciendo la reducción del mineral en menos tiempo. Se construían en zonas cercanas a los yacimientos mineros con abundancia del bosque. “Al estar situados en las laderas, la eliminación de las escorias tirándolas pendiente abajo producen especiales formas de escoriales en forma de meseta que facilitan su ubicación”, indican. Se localizaron más de 500 escoriales de este tipo por toda la geografía vasca, incluyendo Lapurdi y Navarra. 

La aparición de las ferrerías hidráulicas

Más adelante, en el s. XII aparecieron en el País Vasco las ferrerías hidráulicas, en las que se usa agua almacenada en pequeños estanques para mover fuelles u otros elementos para acelerar la reducción del mineral. Se conseguía accionando una rueda entrada que hacía golpear un mazo, lo que ayudaba al trabajo de limpieza y deformación del hierro. “La abundancia de agua y bosques hace crecer el número de ferrerías, lo que da lugar a problemas locales de talas indiscriminadas y limitación al corte de madera”, indican desde el clúster.

La riqueza del Pau00eds Vasco en comparaciu00f3n con otros espacios peninsulares residu00eda, sobre todo, en sus minas de hierro y en sus bosques
La riqueza del País Vasco en comparación con otros espacios peninsulares residía, sobre todo, en sus minas de hierro y en sus bosques.

En esta línea, destacaban los ferrones, profesionales bien valorados que se trasladan a otros lugares, incrementando el número de ferrerías en Asturias y León, y trasladando un buen número de apellidos vascos a esas zonas. “En la edad de oro de las ferrerías, burdinola en euskera, y sus ecos todavía retumban en los nombres de casas, lugares y en nuestros apellidos: Leizaola, Urrexola, Olatz, Olaberri, Aitola, Zuatzola, Badiola, Bernaola, Alzola, Amezola, Zurriola, Zamakola, Sarasola, Olaeta, Olarra, Urkiola…”, añaden. 

La llegada del horno alto

Luego están los hornos altos, que datan del s. XVII cuando ya se estaba reduciendo el mineral de hierro de una forma más rápida y continuada. Con ellos se pasa de trabajar en lotes (carga unitaria en el horno) a trabajar en continuo. La introducción de esta nueva tecnología en el país vasco fue progresiva. Las ferrerías estaban muy implantadas y eran numerosas. A esto se sumaba que las guerras carlistas supusieron un obstáculo para el desarrollo tecnológico. Si bien se implantaron: “Los hermanos Ibarra tienen una participación en la ferrería de Guriezo donde se arranca en 1831 un horno alto que será de gran importancia porque su producción se traslada a Barakaldo en 1854, aunque utilizando hornos Chenot”, explican desde Siderex. Así, van apareciendo hornos altos en Bolueta (1846), Araia (1848), Beasaub (1861), La Mudela-Sestao (1870), El Carmen-Barakaldo (1871), La Vizcaya-Sestao (1872) y probablemente algunos otros que se han perdido. 

Los altos hornos de Vizcaya (AHV), la mayor siderurgia del sur de Europa

Más adelante, en los años 1880, tras la tercera guerra carlista, se empieza a crear en la ría del Nervión una concentración industrial que dominará todo el siglo XX. “Comenzando por la minería como excelente materia prima (hematíes parda) y comercio con Inglaterra (importación de carbón), Alemania, Francia, y Bélgica (Bilbao, Iron, Luchana, Mining, Orconera, Franco-Belga), se establecen tres plantas siderúrgicas (La Vizcaya, La Mudela y El Carmen, con sus novedosos hornos Bessemer), una planta de hojalata (La Iberia), dos astilleros grandes (Euskalduna y Astilleros del Nervión) e innumerables fábricas complementarias de producción y servicios (fundiciones, dinamita, vidrio, tubos, papel, electricidad, ferrocarril, naval, educación comercial, ingenieros, artes y oficios…)”, Ya en 1902 se produce la fusión de los Altos Hornos de Bilbao (antiguo El Carmen de los hermanos Ibarra); La Iberia (hermanos Goitia) y La Vizcaya (hermanos Chavarri), creando Altos Hornos de Vizcaya, la que sería la mayor siderurgia del sur de Europa. Después se uniría la fábrica de La Mudela. De este modo, AHV no solo fue una fábrica donde los trabajadores ganaban su salario, sino una institución que les proporcionaba beneficios sociales, como sanatorio, escuelas, becas, formación profesional, economato, combustible, vivenda o ciudad deportiva. 

La llegada del horno eléctrico

Si bien, tal y como explican desde Siderex, no todo es horno alto, ya que también hay producción de acero por hornos eléctricos, cuya historia comienza en el siglo XIX, con pruebas desde su inicio hasta la primera patente de Siemens en 1878. 

En el Pau00eds Vasco han existido grandes sagas familiares dedicadas a la siderurgia
En el País Vasco han existido grandes sagas familiares dedicadas a la siderurgia.

“En 1906 en Araia se pone en marcha el primer horno eléctrico del estado. “Posteriormente disponen de esta instalación Aceros de Llodio, Forjas Alavesas, Babcock Wilcox, Patricio Echevarria, Aristráin, Marcial Ucin, Forjas de Azcoitia, Unión Cerrajera de Mondragón, Orbegozo, Altors Hornos de Vizcaya… alguno más olvidado y muchas fundiciones. El último de gran tamaño ha sido la Acería Compacta de Bizkaia (ArcelorMittal Sestao)”, indican desde Siderex.

Mineral, carbón, agua... y personas

“Si hemos llegado hasta aquí, con una larga trayectoria forjada a base de mineral, carbón y agua es porque hemos tenido los medios naturales, pero también las personas con poder económico y visión de futuro que invirtieron en instalaciones, educación y conocimiento”, explican desde la entidad. Y es que en el País Vasco han existido grandes sagas familiares, algunas de las cuales aún estan en primera fila industrial. Es el caso de los Ybarra, Vilalonga, zubiría, Sota, Epalza, Goitia, Chavarri, Velasco, Gandarias… Y, según cuentan, además de familias, también han existido personas singularmente destacadas por su capacidad de liderazgo, de tracción y de movilización. Es el caso de Marcial Ucin, Luis Olarra, Federico Echevarria, Patricio Echevarria, José María Aristrain, Esteban Orbegozo, Juan Arregui, Sabino Arrieta o José Antonio Jainaga.

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Este artículo aparece publicado en el nº 7 de Metales&Máquinas págs. 14 a 16.

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